Yo soy yo, el que está frente al papel en blanco y piensa
con qué llenarlo, con tantas cosas que surjan de la mente, que muchos
consideran patrañas; otros tantos, mediocres, y muy pocos, luminosas.
Yo soy yo, al que toman por iluso, cuyo trabajo vale cuatro
duros y dura cinco minutos. La valía de mis manos, la valía de mi mente nunca
caerá en un banco, será juzgada por la ignorancia, oscurecida por ciegos que
miran más su bolsillo que la idea del tiempo transcurrido.
Manuscritos perdidos en cajones olvidados, bocetos
encerrados en libretas polvorientas, fotografías prendidas de ojos ciegos,
hebras perdidas en el hilo del tiempo...
Yo soy yo, el que no sabe ni sabrá cómo funciona el mundo.