martes, 24 de septiembre de 2013





Mi dulce A.

  Si la gente supiese todo lo que soy capaz de guardar en mi interior. Pero la intención es que nunca lo sepan. Odio jugar a su juego, pero todas las mañanas me veo en la obligación de ponerme la máscara y hacer como los demás, sonreír, una sonrisa ancha, de oreja a oreja, quitando importancia a todo lo que realmente la tiene, creando soluciones cuando simplemente son meras ilusiones. Incluso contigo, mi dulce, me he visto arrastrado a colocarme la máscara. He de reconocer que, aunque deteste esa estúpida actuación, ocultarme resulta realmente cómodo; me ahorra el dar explicaciones de a qué se debe mi tristeza, o mi rabia, o mi frustación, o mi melancolía, o mi insufrible ansia de desaprecer a veces. Actuar resulta fácil cuando sólo debes imitar los movimientos de la gran mayoría, dejarse llevar por la marabunta resulta cómodo, mi mente, acostumbrada a analizar todo con el mayor de los catastrofismos, encuentra cierta tranquilidad al evitar tener que pensar, simplemente plagiar.

  Y aún así, cuando llego a mi pequeño estudio y cierro la puerta al mundo, por fin puedo quitarme esa máscara, borrar esa sorisa falsa, pensar en mis problemas y ver que están ahí, que siguen ahí y no se han ido por mucho que fuera yo dijese que no importaban. Y puedo mirarme al espejo y verme llorar. Sólo. Solamente yo puedo ver mis lágrimas. Soy demasiado egoista como para compartirlas con nadie.

viernes, 13 de septiembre de 2013




  Mi dulce A.

  A veces la amargura me invade de forma repentina. Creo que es por la impotencia de no ser capaz de entender a la gente. No soporto la superficialidad de la sociedad, las máscaras que las personas se colocan al salir a la calle e interactuar  con los demás. Y, más aún, no soporto verme a mí mismo arrastrado a esa absurda y burda obra de teatro.

  Siento que, cuando salgo de este estudio, mi dulce A., me veo obligado a ocultar mi verdadero yo. Llegué aquí queriendo escapar, y de nuevo me veo encarcelado.

  Y en estos momentos es cuando más te añoro. Mientras esta sensación me invade, cierro los ojos y recuerdo... Recuerdo, tus manos sanadoras, acariciando mi sien y haciendo que todo pensamiento malo se desvaneciese. Y, creéme, lo hecho tanto de menos...

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domingo, 8 de septiembre de 2013

Lo que quiero pensar cuando me duele la cabeza.

  A veces pienso que mis últimos dolores de cabeza son debidos a que algo quiere salir de mi mente. Un pensamiento que empuja mi imaginación, estrujando el cerebro contra el cráneo, con la intención de quebrarlo y rasgar la piel que a éste rodea, vislumbrando así la luz de la realidad, abandonando el mundo de lo inteligible y abordando el sensible. Y, mientras, yo me revuelco en el dolor, notando esas pequeñas pulsaciones, esos empujoncitos en busca de libertad. Mi estúpida mente prefiere hacerme sufrir a revelarme qué es lo que quiere que surja de ella. No ha entendido cuál es el método fácil y correcto.

  Porque, sinceramente, prefiero imaginar que este dolor se debe a que algo bueno quiere surgir de su interior, a, simplemente, que sea un mal día

  Y al resto del mundo, ¿por qué le dolerá la cabeza?


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jueves, 5 de septiembre de 2013

Borrador olvidado.

  De nuevo otra entrada nocturna... Muchas veces me planteo que debería volver a Nyxeando un Poco, pero luego pincho en el blog, leo lo ya publicado y me lo pienso dos veces... Y, seamos sinceros, me avergüenzo de haber subido aquellos post. Gracias a esto he descubierto que una vez cometido el pecado, no eches la mirada atrás, porque seguro que te arrepientes (o, traducido para aquellos cortos de mente que no lo hayan entendido, una vez terminado un escrito que pensabas perfecto NO LO RELEAS bajo ningún concepto).


  Pero, por otro lado, y también siendo sincera, no puedo evitar al releer aquellos textos de quinceañera aburrida con sobredosis potterianas e idhunitas que se me dibuje una sonrisa. Aquellos textos son malos (porque realmente, son malos) pero... ¡Dios mío! ¿Cuánto tiempo de mi adolescencia no invertí en aquel blog, en aquellos personajes, en aquella historia? Ahora que los leo, no puedo evitar pensar en "tierra, trágame", pero realmente no me arrepiento de, aquella tarde de verano de ya ni me acuerdo cuántos años, haber tenido el valor de abrir aquella cuenta en Blogger y haber comenzado a subir capítulos. Y digo valor porque, para aquel entonces, yo y mi timidez éramos muy amigas, y dar aquel paso, por tonto que pueda parecer ahora, me resultaba... ¡buf! No dejaba de pensar, "¿y si entra alguien que conozca, y lo lee, y se descojona de mí? ¿y sí lo comenta con no se quién y ya entonces se duplica el número de personas que se descojone de mí? ¿y sí...?". Bueno, ya sabéis, todos esos miedos que puede tener uno de adolescente. 

  Y ahora, con los años ya pasados, reconozco que me suda la punta de... la nariz (por hablar bien) de quién sea el que llegue a mi hueco en Internet, de si le gustará o no lo que encuentre, de si descojonará a mi costa o, por el contrario, me aplaudirá. Ahora, lo único que me importa, es hacer lo que realmente me gusta. Y es esto.

martes, 3 de septiembre de 2013

Tiempo

  Si en algo temo al paso del tiempo, es que se nos acabe. ¿Qué me importa envejecer si es junto a tí? ¿Por qué he de temer a la muerte mientras tu rostro sea mi última imagen y tus manos mi última caricia?

  Lo insoportable y lo horroroso sería que el tiempo pasara a mi alrededor y no tenerte junto a mí. Envejecer y morir son innevitables en la vida, pero no tenerte, se puede solucionar de mil maneras. 

  Siempre a tí, A.



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