Hace tiempo me dijeron que todo blog que se precie tiene que tener un rincón dedicado a su autor, en el que hable de sí mismo y de por qué decidió abrir un rincón dedicado a subir lo que le saliera de las narices. Llegados a este punto, y con mi pequeñín habiendo cumplido ya más que el año, he decidido que puede que sea un buen momento de abrir este rincón.
Ahora bien, me hallo en un problema: nunca se me ha dado bien hablar sobre mi misma, porque, sinceramente, prefiero que sean otros los que hablen de mí, sea bueno o malo. De todas formas, y pensándolo en frío, al que se pase por aquí le dará lo mismo si soy cariñosa, arisca, graciosa, malafollá... o si me gusta más la coca cola que la pepsi o el nesquik más que el colacao... o si soy adoradora de Aradia o más atea que una piedra.
Más bien caerán aquí de casualidad, darán una ojeada a cuatro tonterías que haya colgado y, si les gusta, se volverán a pasar, y si no, pues... pues no se volverán a pasar, punto. Así que para eso de nada me sirve ponerme en este rincón como la mejor de las personas, la number one, si luego en mis post se ve que soy una persona ridícula (que yo no me veo así, pero, oye, a lo mejor al que lea le parezco gilipollas). Así que lo único que puedo hacer es invitaros a daros un paseo por mi Blogk de notas, poco más.
Esto me lleva a la pregunta de por qué abrí este blog. Y la respuesta es fácil. Simplemente, aquella tarde me aburría.
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