miércoles, 26 de febrero de 2014




  Mi dulce A. He oído mil veces aquello de que el ser humano es un ser sociable, que necesita de semejantes para convivir. Tal vez sea por eso que muchas veces no me siento humano.

  Mientras que muchos disfrutan de la dulce cháchara en compañía, tras una dura jornada, yo encuentro mi desahogo entre los papeles en blanco, encerrado en mi pequeño estudio, mientras observo el atardecer de París. Muchas veces me veo arrastrado, incómodamente, a conversaciones insulsas, faltas de un tema concreto; cotilleos de escalera o comentarios acerca del estado del país. 

  Y aunque mi corazón me grita con vehemencia que corra y huya de esas personas que simplemente buscan escarbar en mis palabras para desvelar mis secretos, mi mente me obliga a permanecer quieto y disimular una sonrisa. Debes parecer normal, siempre normal, nunca debes mostrar quién realmente eres. Muchas veces pienso que debería obedecer a mi corazón,aunque sólo sea por una vez.

  Pese a todo, y aunque adoro mi silenciosa soledad, te echo de menos, A. Porque tu compañía es distinta. Tu compañía es... es como una pluma. Cuanto está, es ligera y suave, pero, cuando no está, deja un hueco en el espacio, una herida en el mundo tangible acompañada de la sensación de que algo no está donde debería estar. No sé si consigo que me entiendas.

  A veces noto más tu ausencia que otras. Alzo la mirada y veo que faltas, sentada en el desvencijado sofá, en la esquina, leyendo el viejo y polvoroso tomo de El Quijote mientras sonríes por las aventuras del loco hidalgo. También noto la falta del aroma a café, el constante aroma a café que envuelve tu persona.

  Siempre pensé que eras el toque de cafeína que siempre me faltó.

  Me faltas, mi pequeña A.

miércoles, 5 de febrero de 2014

François Hollande y España.

 

  Hace unos días estábamos casi todos los de la familia reunidos en el corazón de mi casa, que, como en toda casa que tiene más de 100 años, es la cocina, desayunando; cuando mi padre sacó un nuevo tema de conversación. Mientras dejaba que su café se quemase (café brûlé, café gâté; o lo que es lo mismo, café quemado, café estropeado), nos contó que la noche anterior había oído en la radio francesa que habían pillado al presidente Hollande mientras volvía de visitar a su amante. Cuál no fue su cara de sorpresa cuando mi madre y yo le dijimos que ya estábamos al tanto de todo aquello, y sin haber oído la radio francesa. Y claro, después de decirle aquello, no pude evitar solar un: "no entiendo qué nos importa a nosotros con quién se acueste ese hombre, teniendo nosotros lo que tenemos". 

  Y en realidad es así. No consigo entender qué hacemos en nuestro país hablando sobre los líos de faldas del presidente del país vecino en informativos, períodicos, programas de radio... cuando aquí tenemos lo que tenemos. Porque, yo no sé vosotros, pero yo no pude evitar soltar una carcajada cuando oí por la tele "¿os imagináis que pillan a nuestro presidente en la misma situación?".  Sí, claro, porque como es tan perfecto, el pueblo sólo lo sentenciaría por ponerle los cuernos a su mujer... Además, que si es por competir, no deberíamos olvidarnos de la que se montó en su momento con los líos de Su Majestad, que parece que para lo que queremos tenemos escapes de memoria. 

  Me da la sensación de que, como no tenemos nada bueno que decir de nuestros políticos (marca España, eh), pues usemos también la lengua viperina contra los de los países vecinos también. Así, mientras nos preocupamos con quién se mete Hollande bajo las sábanas, el nivel de insultos hacia nuestros gobernantes disminuye.

  Desde luego, que viendo lo visto, me reafirmo de que en nuestro país la prensa rosa ha superado su lugar en los programas de sobremesa para invadir los terrenos de las "noticias serias" (sí, entre comillas, porque ya, como no sea que se trate de un asesinato, todas las demás parecen más bien de risa). Vamos, o es eso, o, como decía mi abuelo, es que los españoles somos muy celosos; como en el resto de Europa critican a nuestros políticos, pues nosotros no debemos ser menos, como si fuera aquello de "yo me meto con lo mío, pero a ti ni se te ocurra".

  En todo caso, sea como sea, en el autobús he dejado de escuchar estos días los problemas de facturas, la subida de la luz, los "con este salario no llegamos", para pasar a oír los cuernos del señor Hollande y que le va a pedir el divorcio a su mujer. Así que yo, para no ser menos española, creo que me voy a subir al carro y voy a decir, monsieur Hollande, mal, très mal. Debería pedirle disculpas a su mujer, en lugar del divorcio, agachar las orejas y hacer lo que todo el mundo dice que tiene que hacer en lugar de estar preocupándose por la política de su propio país, caérsele la cara de vergüenza. Puede que, mientras le diga esto, a mí se me olvide el tema de las becas

domingo, 2 de febrero de 2014

01. Traigo una peli... La ladrona de libros



   Hace poco más de una semana fui al cine, después de casi dos años sin pisarlo. He de reconocer que iba completamente asustada. Y os preguntaréis que por qué. Pues veréis, la película que iba a ver en cuestión se trataba de La ladrona de libros, por lo que comprenderéis que, ¿quién no se asusta al ir a ver la versión cinematográfica de una novela que le ha marcado profundamente? Porque sí, a mí la novela de Markus Zusak me marcó mucho, me encantó, me enamoró, y es por eso que es uno de mis libros recomendados por excepción. Sinceramente, si no lo habéis leído, deberíais hacerlo.

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